Falso cuento de príncipes

Príncipe azul, que has venido de más allá de las montañas, que has cruzado los ríos y los desiertos para venir a buscarme. Que me has tomado como tuya, que has invadido mi cuerpo con tu olor, mis oídos con tu voz, mi boca con tu gusto y mi alma con tu esencia; que vienes para llevarme a tu reino, sin preguntar por mis emociones. Que tomas mi corazón como a una manzana, y lo muerdes demostrando tu imperio sobre mi. Que buscas encontrar en mí aquella princesa que han mitificado en tu mente.
Lamento informarte, hombre valeroso, que por más que cambies mis costumbres, que vistas mi cuerpo de seda y adornes mi cuello con diamantes, yo soy una pordiosera.
¡Y no digas que no te avise! Cuando llegaste y deslumbraste a todos con tus rubíes, yo abrí mi corazón y confesé mi paupérrima existencia.
Ahora, que ya me tienes en tu haber, dime príncipe azul: ¿Por qué posaste tus ojos sobre mí, si soy solo una mendiga? Y respóndeme también; ahora que te he entregado mi cuerpo y mi alma ¿podrás desatar tus nudos de nobleza y no amarme tal laurel, sino como a mujer?