sábado, 19 de enero de 2008

Se busca con urgencia compasión.

Esa mañana caminé despacio. Odio caminar despacio, me parece estar desperdiciando la vida, sin embargo caminé despacio.
Me hice a un lado y compré el diario. El mismo que todos los días, que tiene mucha foto y poco texto. ¡Como si tuviera tiempo de leer esos diarios que tienen mil páginas y todo escrito!
Lo leí en una patada mientras esperaba el colectivo. Me quedaba la sección de policiales, pero con las manchas de sangre y las casas pacatas que revelaban las fotos, ya sabia que había muertos y afanados. Siempre lo mismo.
Cerré el diario y como todos los días me subí al bondi.
-ochenta. – hablé al chofer, quien fumaba un cigarrillo delante del cartel de “prohibido fumar”
- ¿hasta donde vas?- me inquirió de forma socarrona mientras me echaba todo el humo en la cara.
- Cabildo y Rivadavia. Ochenta.- Repetí.
- no querido, es un peso y si no te gusta llama a la CNRT que te van a contar que subió la tarifa.
Busqué las monedas que me faltaban y pague el bendito peso que ahora cobraban por diez cuadras de mierda. Pensé que al otro día podrías salir más temprano y llegar caminando, así también me ahorraría de ir al gimnasio que el medico recomendaba por el corazón.
Me senté en la última fila, y sin darme cuenta me quedé dormido en un santiamén. Me pasé cuatro cuadras. Me despertó el celular, era mi jefe preguntando que por qué todavía no había llegado. Cinco minutos tarde y se pone como loco.
Corrí hasta la puerta del trabajo, me arreglé como pude la corbata y el saco; y ensalivándome las manos, le dí un toque de gel al pelo.
Trabajé duramente las diez horas del día, atendiendo gente, intentando hacer que alguien sacara una maldita tarjeta de crédito. Nadie me escuchaba, ni siquiera me miraban por respeto, pero el pendejo de dieciocho años, que trabaja en la otra mesa ya había convencido a cinco viejas putas de que la mejor decisión era una tarjeta de crédito.
Ahí me dí cuenta que estaba viejo, y no solo viejo; sino triste. Caduco, corriendo todo el tiempo para ganar un poco de nada. Sintiéndome íntegramente mal por un poco de nada.
Pero fui un tonto, no tenía tiempo para pensar, no tenía tiempo para avergonzarme de no haber echo nada de mi vida, no tenía tiempo para pensar que no había formado una familia, ni había sido feliz.
Tenía que aprovechar el tiempo para trabajar, y no lo hice.
Hoy desperté más temprano que ayer, y lo único que tengo entre mis manos, es una carta de despido.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece el comienzo de una obra maestra. Felicitaciones.

Lau dijo...

Cuántas veces hemos tenido la misma sensación que el protagonista de este cuento !Es inevitable que el tiempo pase, siempre van quedando cosas pendientes, y sobre todo si dejamos la vida pasar sin ponernos metas, de pronto nos damos cuenta de q nos dimos por vencidos...pero no hay q dejarse caer, no hay q bajar los brazos, la vida continúa y hay q vivirla.
Bravo Gigi!!, ve por más!
pd:quiero reivindicar a los choferes q se bancan día a día la locura de la gente(bueh, me tocó de cerca,jjijiii)
besos, lau

Que Buena Vida! dijo...

El día que se conocieron, como manera de expresar un encuentro, fue un dia igual a cualquier otro en donde dos personas desconocidas se miran y por su forma de vestir, caminar, hablar y mirar una se sube arriba de un escalón imaginario y la otra se queda con los pies descalzos sobre el suelo
El hombre sobre el escalón prometió dar una remuneración acorde a las tareas realizadas por la construcción de una máquina comeinfelices, el otro acepto gustoso el trabajo y comenzo su tarea.
El tiempo pasó, solo para el trabajador, que con su propio sudor construía la máquina. Pero el hombre del escalón no le iba a dar ni un solo peso si antes él, no le comprobaba que la máquina funcionaba, el trabajador entonces se acercó y la máquina se lo comió.

Este Dédalo no tuvo las suficientes alas como para escapar de su laberinto. Nunca hay que dejar que nuestro trabajo sólo sirva para hacernos infelices y quitarnos la vida. Si esto sucede, algo no esta del todo bien.

Gigita gracias por tu visita, y aca estoy (y estaré) Me gustó.

Buena Vida!

Patricia Lopez Lalli dijo...

Gigi, aquí leo un estilo diferente del que mostraste en otros escritos, más realista y cotidiano, y acorde con esta Argentina querida.

Creo que en el fondo muchos de nosotros estamos buscando esa compasión de que la que hablás, pero a veces terminamos siendo indiferentes a la desgracia ajena o a las necesidades ajenas... porque caemos en la trampa del sistema y no nos damos cuenta de que todos terminamos siendo víctimas de las mismas injusticias.

Un beso con alas para alguien que comparte varias coincidencias conmigo (las letras, la computación, y ser sagitariana, jaja)

Diego Herrera dijo...

Gitana, me encantan tus palabras, delicadas, fluidas... Me gustaria que visites mi sitio, y si te gusta, desearía estar en contacto con vos...

Diego Herrera dijo...

Gitana, gracias por tus palabras, me dan ánimo... Tu escritura me recuerda a un lugar sereno, en el que solía ser feliz, quizás cuando era chico. Es estraño, pero así me hace sentir. En fin, tenés mis Blog y mi mail, si tenés ganas pasame tu mail, así estamos en contacto. Te dejo un beso... QUe estés bonito.

Mery dijo...

Muy buen texto, che. Me gustó mucho!
Ya que vos también adorás a Thom como yo, quería decirte que mientras lo leía me sonaba en la cabeza "no surprises", cuando dice "... a job that slowly kills you..." y luego dice: "you look so tired - unhappy / bring down the government/ they don't, they don't speak for us"
¿a veces no sentís que la vida de todos es exactamente como esa frase?
Besotes
*mery*

Giselle dijo...

Totalmente Mery. Muchas veces lo siento y lo veo. Por eso esta intro de un cuento.
besos